miércoles, 11 de mayo de 2011

Las relaciones entre Estados Unidos, Afganistán y Pakistán luego de Ben Laden.

La muerte de Ben Laden vuelve a lanzar el juego afgano.

Ben Laden murió, pero su fantasma aún va a vagabundear mucho tiempo en la región. La insurgencia afgana no puede reducirse a al-Qaeda, la desaparición del jefe de la organización terrorista, el último 2 de mayo, no tendrá a priori, consecuencias directas sobre la rebelión llevada por los talibanes contra las fuerzas de la coalición internacional. La desaparición de Ben Laden podría en cambio tener un impacto indirecto que abarcaría toda la región y sobre las relaciones establecidas entre Washington e Islamabad, la capital de Pakistán, al día siguiente del 11 de septiembre de 2009.
La desaparición del jefe de al-Qaeda podría «hacer el proceso de transición más fácil y ayudar a la reconciliación», estimó el miércoles, el ministro de Asuntos Exteriores afgano, Zalmaï Rassoul. Partiendo del principio que el lazo que une a al-Qaeda y los talibanes afganos descansa en gran parte en la relación personal entre los jefes de ambos movimientos, Ben Laden y el mullah Omar, el general David Petraeus también espera que la desaparición del primero lleve a los hombres del segundo a que hay que romper con la organización terrorista. Esta separación podría, según el comandante de las fuerzas internacionales en Afganistán, favorecer la apertura de negociaciones entre el gobierno de Hamid Karzaï apoyado por los Estados Unidos y los talibanes. Desde el 02 de mayo, Washington realizó un pedido a los talibanes para trabajar en este sentido y negociar el fin de la guerra en Afganistán. Esta política de aproximación frente a los insurgentes, que no generó nada hasta el momento y está lejos de generar la unanimidad en la clase política afgana, es sostenida desde hace varios meses por el presidente Karzaï.
La muerte de Ben Laden también tendrá consecuencias sobre Pakistán y sobre la relación, tan sensible como difícil, norteamericana-pakistaní. El hecho de que Ben Laden haya residido durante más de cinco años en una ciudad próxima a Islamabad, al lado de una academia militar de renombre, prueba una vez mas lo confuso del juego llevado a cabo por las autoridades pakistaníes y los lazos que unen a sus servicios de contraespionaje y su ejército con la organización terrorista. Pero su desaparición brutal ofrece, según Abdullah Abdullah, un opositor demócrata y antiguo ministro de Asuntos Exteriores de Hamid Karzaï, «una oportunidad a Pakistán y a los Estados Unidos de "comenzar de nuevo" sus relaciones», a la imagen del "Reset" propuesto por Obama a los dirigentes rusos. Washington tiene, en efecto, la intención de capitalizar la muerte de Ben Laden. En cuanto al gobierno civil pakistaní, tiene allí una ocasión única de tratar de imponer su poder sobre las poderosas estructuras de seguridad. Islamabad podría también asumir las consecuencias de su política de apoyo a los talibanes, que le valió la desconfianza de Kabul y Washington sin quitar al país de la amenaza jihadista.

«Estrategia de transición»

«Las acciones de Pakistán son determinadas en gran parte por la situación geopolítica de la región. Si los pakistaníes creen que su aliado norteamericano va a retirar sus tropas de Afganistán y dejar un país debilitado en su frontera, su interés será sin duda apoyar a los radicales y a los talibanes. Por el momento, ellos mantienen ambas opciones posibles, lo que explica su doble juego», comenta Ronald E. Neumann, antiguo embajador norteamericano en Kabul. Para este antiguo diplomático de paso por París, que considera que la coalición internacional ganó puntos sobre el terreno militar este año pero que la situación política se mantiene "muy confusa", los Estados Unidos deben convencer a los responsables pakistaníes que no optaron por una «estrategia de salida sino por una estrategia de transición». Anunciar la fecha de la retirada norteamericana, que debe comenzar oficialmente el próximo verano y finalizar en el 2014, fue según él, una de los principales errores de la nueva administración norteamericana.
Están en juego estos nuevos lazos que podrán o no, ser creados entre Washington e Islamabad «los que medirán las consecuencias de la muerte de Ben Laden en Afganistán», previene Abdullah Abdullah, que fue candidato en la elección presidencial del 2009, después de haber sido ministro de Asuntos Exteriores de Karzaï.

Poco margen de maniobra.

Pero el margen de maniobra del que dispone Washington frente a Islamabad es estrecho, señala Ronald Neumann: «Hay que mantener la presión sin provocar la ruptura». La resistencia también podría venir de los Estados Unidos porque desde la muerte de Ben Laden, diputados del Congreso piden que los Estados Unidos aceleren su retirada de Afganistán. El éxito espectacular del comando en Abbottabad les dió, en efecto, un argumento suplementario para afirmar que las tácticas de contraterrorismo contra los islamistas son menos onerosas y más eficaces que la estrategia de contrainsurgencia, que se tradujo en el envío de 30.000 hombres suplementarios el último año.

Fuente: Le Figaro por Isabelle Lasserre 11.05.2011



La mort de Ben Laden relance le jeu afghan.

Ben Laden est mort, mais son fantôme va rôder longtemps encore dans la région. L'insurrection afghane ne pouvant se réduire à al-Qaida, la disparition du chef de l'organisation terroriste, le 2 mai dernier, n'aura pas a priori de conséquences directes sur la rébellion menée par les talibans contre les forces de la coalition internationale. Elle pourrait en revanche avoir un impact indirect important sur la région et sur les relations établies entre Washington et Islamabad, la capitale du Pakistan, au lendemain du 11 septembre 2009.
La disparition du patron d'al-Qaida pourrait «rendre le processus de transition plus facile et aider la réconciliation», a estimé mercredi le ministre des Affaires étrangères afghan, Zalmaï Rassoul. Partant du principe que le lien entre al-Qaida et les talibans afghans repose en grande partie sur la relation personnelle entre les chefs des deux mouvements - Ben Laden et le mollah Omar - le général David Petraeus espère lui aussi que la disparition du premier mènera les hommes du second à rompre avec l'organisation terroriste. Cette séparation pourrait, selon le commandant des forces internationales en Afghanistan, favoriser l'ouverture de négociations entre le gouvernement d'Hamid Karzaï soutenu par les États-Unis et les talibans. Depuis le 2 mai, Washington a d'ailleurs appelé les talibans à œuvrer en ce sens et à négocier la fin de la guerre en Afghanistan. Cette politique de rapprochement vis-à-vis des insurgés, qui n'a pour l'instant rien donné et est loin de faire l'unanimité dans la classe politique afghane, est poussée depuis de longs mois par le président Karzaï.
La mort de Ben Laden aura également des conséquences sur le Pakistan et sur la relation, aussi sensible que difficile, américano-pakistanaise. Le fait que Ben Laden ait résidé pendant plus de cinq ans dans une ville proche d'Islamabad, à côté d'une académie militaire de renom, prouve une nouvelle fois le trouble jeu mené par les autorités pakistanaises et les liens qui unissent ses services secrets et son armée à l'organisation terroriste. Mais sa brutale disparition offre, selon Abdullah Abdullah, opposant démocrate et ancien ministre des Affaires étrangères de Hamid Karzaï, «une opportunité au Pakistan et aux États-Unis de “redémarrer” leurs relations», à l'image du «reset» proposé par Obama aux dirigeants russes. Washington a en effet l'intention de capitaliser sur la mort de Ben Laden. Quant au gouvernement civil pakistanais, il tient là une occasion unique d'essayer d'imposer son pouvoir sur les puissantes structures de sécurité. Islamabad pourrait aussi tirer les conséquences de sa politique de soutien aux talibans, qui lui a valu la méfiance de Kaboul et de Washington sans débarrasser le pays de la menace djihadiste.

«Stratégie de transition»

«Les actions du Pakistan sont en grande partie déterminées par la situation géopolitique de la région. Si les Pakistanais pensent que leur allié américain va retirer ses troupes d'Afghanistan et laisser un pays affaibli à leur frontière, leur intérêt sera sans doute de soutenir les radicaux et les talibans. Pour l'instant, ils ont gardé les deux options possibles, ce qui explique leur double jeu», commente Ronald E. Neumann, ancien ambassadeur américain à Kaboul. Pour cet ancien diplomate de passage à Paris, qui estime que la coalition internationale a gagné des points sur le terrain militaire cette année mais que la situation politique reste «très confuse», les États-Unis doivent convaincre les responsables pakistanais qu'ils n'ont pas opté pour une «stratégie de sortie mais pour une stratégie de transition». Annoncer la date du retrait américain, qui doit officiellement commencer l'été prochain pour se terminer en 2014, fut selon lui l'une des principales erreurs de la nouvelle Administration américaine.
C'est avant tout à l'aune de ces nouveaux liens qui pourront ou non être créés entre Washington et Islamabad «que se mesureront les conséquences de la mort de Ben Laden en Afghanistan», prévient Abdullah Abdullah, qui fut candidat à l'élection présidentielle de 2009 après avoir été ministre des Affaires étrangères de Karzaï.

Peu de marge de manœuvre.

Mais la marge de manœuvre dont dispose Washington vis-à-vis d'Islamabad, prévient Ronald Neumann, est étroite: «Il faut maintenir la pression sans provoquer de rupture». Les résistances pourraient aussi venir des États-Unis. Car depuis la mort de Ben Laden, des députés du Congrès demandent que les États-Unis accélèrent leur retrait d'Afghanistan. La spectaculaire réussite du commando à Abbottabad leur a en effet donné un argument supplémentaire pour affirmer que les tactiques de contre-terrorisme contre les islamistes sont moins onéreuses et plus efficaces que la stratégie de contre-insurrection, qui s'est traduite par l'envoi de 30.000 hommes supplémentaires l'an dernier.

Le Figaro par Isabelle Lasserre 11/05/2011