Programa nuclear iraní:
doce años de negociaciones
El acuerdo concluido en
Viena, el martes 14 de julio a la mañana, entre Irán y los países del "P5+1"
(Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido, Alemania) es sólo la
última etapa de una larga saga sobre el programa nuclear iraní cuyo origen se
remonta al inicio del siglo. En esa época, el presidente norteamericano, George
W. Bush, era un firme opositor de Teherán y quería arrastrar a Irán delante del
Consejo de Seguridad de la ONU después de las revelaciones, en agosto de 2002, de
la construcción de un sitio de enriquecimiento en Natanz y de un reactor de
agua pesada en Arak, cuya existencia Irán había disimulado. Hizo falta toda la
capacidad de Dominique de Villepin, por entonces jefe de la diplomacia francesa
bajo la presidencia de Jacques Chirac, para frenar esta escalada.
En octubre de 2003, se dirigió
a Teherán en compañía de sus homólogos británico y alemán, Jack Straw y Joschka
Fischer. El contexto regional era eléctrico. En abril, Estados Unidos habían
invadido Irak y barrido al régimen de Saddam Hussein. Irán temía, a su turno,
tener que soportar los gastos de una intervención militar. Los primeros pasos
fueron alentadores. El presidente reformador Mohammad Khatami estaba en el
poder, y encarga a un cierto Hassan Rohani, el actual jefe de Estado iraní, de
conducir las negociaciones.
Irán congela su programa
nuclear y acepta inspecciones intempestivas de la Agencia internacional de energía
atómica (AIEA). El país disponía entonces de solamente 160 centrifugadoras, contra
las 20 000 actuales, que sirven para transformar el uranio. Enriquecido a un
nivel elevado, puede ser utilizado para producir una bomba atómica. Como
contrapartida, los europeos se muestran dispuestos a ayudar a Irán a dotarse de
un parque nuclear civil.
Pero al cabo de dos años,
las negociaciones se hunden. Frente a los bloqueos, los iraníes pierden la paciencia
y relanzan su programa nuclear. La elección del muy nacionalista presidente
Mahmud Ahmadinejad, en 2005, termina con este esbozo de apertura. En 2006, la
ONU adopta su primera resolución que prevee sanciones contra Irán. Seguirán
otras cinco. La ruptura está consumada.
Relanzamiento del proceso
diplomático
La llegada al poder de
Barack Obama cambia la situación. El nuevo presidente norteamericano le escribe
al Guía supremo, Ali Khamenei, en mayo de 2009, y se dice abierto a un
relanzamiento del proceso diplomático. Pero su entorno está dividido, la
secretaria de Estado, Hillary Clinton, es abiertamente escéptica. En el verano
de 2009, Barack Obama, sin embargo, pega el salto: le propone a los iraníes entregarles
uranio enriquecido al 20%, que ellos necesitan para su centro de investigaciones
médicas de Teherán, y que no puedan, a este estadio, seguir produciendo. En cambio,
Irán debe entregarles a los occidentales su stock de una tonelada de uranio
enriquecido al 5%, lo suficiente para lanzarse a la fabricación de un arma
nuclear.
Pero ahí, la iniciativa puede
fracasar repentinamente. En Irán, el Guía supremo teme que tal acuerdo beneficie
ante todo a su rival Ahmadinejad y torpedee la operación. Y en Estados Unidos,
los adversarios de tal medida también alzaron su voz. Desde el lanzamiento de
las primeras negociaciones, hay una constante. Cuando Irán estuvo dispuesto a
negociar en 2003, Estados Unidos no lo estaba. Y a la inversa en el 2009. Hubo
que esperar la sorprendente elección del moderado presidente iraní Hassan
Rohani, en junio de 2013, para que la situación se desbloquee. Tanto por resignación
como por realismo.
Después de diez años de enfrentamiento
estéril, sólo hay perdedores. La economía iraní fue penalizada fuertemente por
las sanciones, pero éstas no consiguieron frenar el desarrollo del programa
nuclear iraní: el número de centrifugadoras de las que dispone el país se
multiplicó por cien desde el 2003. El acuerdo arrancado en Ginebra, el 24 de
noviembre de 2013, entre Irán y los países del "P5+1", que comprende
a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más
Alemania, fue el primer paso inédito hacia un acuerdo. Se tradujo en un
congelamiento provisorio del programa nuclear iraní y un levantamiento parcial
de las sanciones internacionales contra Teherán.
Pero las negociaciones,
inicialmente destinadas a no durar más que un año, luego se extendieron. Fueron
prolongadas dos veces y hubo que esperar al 2 de abril de 2015 para llegar a un
acuerdo-marco en Lausana (Suiza) sobre los principales parámetros de un
compromiso final. El acuerdo prevee limitar el programa nuclear iraní por lo
menos durante diez años, a cambio de un levantamiento progresivo de las
sanciones internacionales. La etapa siguiente consiste en “armonizar” estas
disposiciones en anexos técnicos de una temible complejidad. Los expertos de
las diferentes delegaciones trabajaron durante semanas, en Viena, sobre los más
mínimos detalles de estos textos. Al término de varias prolongaciones y de arbitrajes
altamente políticos, Irán y las grandes potencias consiguieron salir del
callejón sin salida. Es un éxito innegable y un momento crucial. Queda entonces
lo más difícil: la implementación del acuerdo. Una tarea que podría durar al
menos diez años.
Fuente: Le Monde por
Yves-Michel Riols (Viena, enviado especial) 14.07.2015
Nucléaire iranien: douze ans
de négociations
L’accord conclu à Vienne,
mardi 14 juillet dans la matinée, entre l’Iran et les pays du «P5 + 1»
(Etats-Unis, Russie, Chine, France, Royaume-Uni, Allemagne) n’est que l’ultime
étape d’une longue saga sur le nucléaire iranien dont l’origine remonte au
tournant du siècle. A l’époque, le président américain, George W. Bush, était
vent debout contre Téhéran et voulait traîner l’Iran devant le Conseil de
sécurité de l’ONU après les révélations, en août 2002, sur la construction d’un
site d’enrichissement à Natanz et d’un réacteur à eau lourde à Arak, dont
l’Iran avait dissimulé l’existence. Il a fallu toute l’habilité de Dominique de
Villepin, alors chef de la diplomatie française sous la présidence de Jacques
Chirac, pour freiner cette escalade.
En octobre 2003, il s’est
rendu à Téhéran en compagnie de ses homologues britannique et allemand, Jack
Straw et Joschka Fischer. Le contexte régional était électrique. En avril, les
Etats-Unis avaient envahi l’Irak et balayé le régime de Saddam Hussein. L’Iran
redoutait, à son tour, de faire les frais d’une intervention militaire. Les
premiers pas ont été encourageants. Le président réformateur Mohammad Khatami
est au pouvoir, et il charge un certain Hassan Rohani, l’actuel chef de l’Etat
iranien, de conduire les pourparlers.
L’Iran gèle son programme
nucléaire et accepte des inspections poussées de l’Agence internationale de
l’énergie atomique (AIEA). Le pays dispose alors de seulement 160
centrifugeuses, contre près de 20 000 aujourd’hui, qui servent à transformer
l’uranium. Enrichi à un niveau élevé, il peut être utilisé pour fabriquer une
bombe atomique. En contrepartie, les Européens se disent disposés à aider
l’Iran à se doter d’un parc nucléaire civil.
Mais au bout de deux ans,
les négociations s’enlisent. Face aux blocages, les Iraniens perdent patience
et relancent leur programme nucléaire. L’élection du très nationaliste
président Mahmoud Ahmadinejad, en 2005, achève cette esquisse d’ouverture. En
2006, l’ONU adopte sa première résolution prévoyant des sanctions contre
l’Iran. Cinq autres suivront. La rupture est consommée.
Relance du processus
diplomatique
L’arrivée au pouvoir de
Barack Obama change la donne. Le nouveau président américain écrit au Guide
suprême, Ali Khamenei, en mai 2009, et se dit ouvert à une relance du processus
diplomatique. Mais son entourage est divisé, la secrétaire d’Etat, Hillary
Clinton, est ouvertement sceptique. A l’été 2009, M. Obama franchit pourtant le
pas: il propose aux Iraniens de leur livrer de l’uranium enrichi à 20 % dont
ils ont besoin pour leur centre de recherche médicale de Téhéran, et qu’ils ne
peuvent, à ce stade, pas encore produire. En échange, l’Iran doit remettre aux
Occidentaux son stock d’une tonne d’uranium enrichi à 5 %, soit assez pour se lancer
dans la fabrication d’une arme nucléaire.
Là encore, l’initiative
tourne court. En Iran, le Guide suprême redoute qu’un tel accord profite avant
tout à son rival M. Ahmadinejad et torpille l’opération. Et aux Etats-Unis, les
adversaires d’une telle mesure ont aussi donné de la voix. Depuis le lancement
des premières négociations, il y a une constante. Quand l’Iran était disposé à
négocier en 2003, les Etats-Unis ne l’étaient pas. Et inversement en 2009. Il a
fallu attendre l’élection surprise du président modéré iranien Hassan Rohani,
en juin 2013, pour que la situation se débloque. A la fois par résignation et
par réalisme.
Après dix ans de
face-à-face stérile, il n’y avait que des perdants. L’économie iranienne a été
lourdement pénalisée par les sanctions, mais celles-ci n’ont pas réussi à
freiner le développement du programme nucléaire iranien: le nombre de
centrifugeuses dont dispose le pays a été multiplié par cent depuis 2003.
L’accord arraché à Genève, le 24 novembre 2013, entre l’Iran et les pays du «P5
+ 1», comprenant les cinq membres permanents du Conseil de sécurité de l’ONU,
plus l’Allemagne, a été un premier pas inédit vers un règlement. Il s’est
traduit par un gel provisoire du programme nucléaire iranien et une levée
partielle des sanctions internationales contre Téhéran.
Mais les négociations,
initialement destinées à ne durer qu’un an, ont ensuite traîné en longueur.
Elles ont été prolongées à deux reprises et il a fallu attendre le 2 avril 2015
pour arriver à un accord-cadre à Lausanne (Suisse) sur les principaux
paramètres d’un compromis final. Il prévoit de limiter le programme nucléaire
iranien pendant au moins dix ans, en échange d’une levée progressive des
sanctions internationales. L’étape suivante consistait à «mettre en musique»
ces dispositions dans des annexes techniques d’une redoutable complexité. Les
experts des différentes délégations ont planché pendant des semaines, à Vienne,
sur les moindres détails de ces textes. Au terme de plusieurs prolongations et
d’arbitrages hautement politiques, l’Iran et les grandes puissances ont réussi
à sortir de l’impasse. C’est un succès indéniable et un tournant majeur. Reste
alors le plus dur: la mise en œuvre de l’accord. Un chantier qui pourrait durer
au moins dix ans.
Le Monde par Yves-Michel
Riols (Vienne, envoyé spécial) 14.07.2015